La Iglesia Adventista del Séptimo Día reconoce al sábado como señal distintiva de lealtad a Dios (Éxo. 20:8-11; 31:13-17; Eze. 20:12, 20), cuya observancia es pertinente a todos los seres humanos en todas las épocas y lugares (Isa. 56:1-7; Mar. 2:27). Cuando Dios “descansó” en el séptimo día de la semana de la creación, también “santificó” y “bendijo” este día (Gén. 2:2, 3), separándolo para un uso sagrado y transformándolo en un canal de bendiciones para la humanidad. Aceptando la invitación para dejar a un lado sus “propios intereses” durante el sábado (Isa. 58:13), los hijos de Dios observan este día como una importante expresión de la justificación por fe en Cristo (Heb. 4:4-11).
La observancia del sábado es enunciada en Isaías 58:13 de la siguiente manera: “Si retraes del sábado tu pie, de hacer tu voluntad en mi día santo, y lo llamas ‘delicia’, ‘santo’, ‘glorioso de Jehová’, y lo veneras, no andando en tus propios caminos ni buscando tu voluntad ni hablando tus propias palabras, entonces te deleitarás en Jehová” (Isa. 58:13, 14). Basada en estos principios, la División Sudamericana de la Iglesia Adventista del Séptimo Día reafirma en este documento su compromiso con la fidelidad a la observancia del sábado.
Vida de santificación
La verdadera observancia del sábado se basa en una vida santificada por la gracia de Cristo (Eze. 20:12, 20); pues, “a fin de santificar el sábado, los hombres mismos deben ser santos” (El Deseado de todas las gentes, p. 250).
Crecimiento espiritual
Como “es un broche de oro que une a Dios y a su pueblo” (Testimonios para la iglesia, t. 6, p. 354), el sábado proporciona un contacto más próximo con Dios. Como tal, no debemos permitir que otras actividades, por más nobles que sean, debiliten nuestra comunión con Dios en este día.
Preparación para el sábado
Las actividades seculares deben ser interrumpidas (cf. Lev. 23:32; Deut. 16:6; Neh. 13:19) antes de la puesta de sol del viernes (cf. Neh. 13:13-22); la casa debe estar limpia y arreglada; las ropas, lavadas y planchadas; los alimentos, debidamente preparados (cf. Éxo. 16:22-30); y los miembros de la familia, listos.
Inicio y término del sábado
El sábado es un día de comunión especial con Dios, y debe ser iniciado y terminado con cultos de puesta de sol breves y atractivos, con la participación de los miembros de la familia. En estas ocasiones, es oportuno cantar algunos himnos; leer un pasaje bíblico, seguido por comentarios pertinentes; y expresar gratitud a Dios en oración (Ver ibíd., pp. 355-360.)
Personas bajo nuestra influencia
El cuarto mandamiento del Decálogo orienta que todas las personas bajo nuestra influencia deben ser liberadas de las actividades seculares en el sábado (Éxo. 20:10). Esto implica, positivamente, que los demás miembros de la familia, así como los empleados y los huéspedes, también sean estimulados a observar el sábado.
Espíritu de comunión
Como día por excelencia de comunión con Dios (Eze. 20:12, 20), el sábado debe caracterizarse por un compromiso alegre y placentero con las prioridades espirituales, con momentos especiales de lectura de la Biblia, de oración y, si es posible, de contacto con la naturaleza (cf. Hech 16:13). Ese compromiso deberá ser mantenido en la elección de los asuntos abordados; también en nuestros diálogos informales con familiares y amigos.
Reuniones de la iglesia
Somos amonestados a no dejar “de congregarnos, como algunos tienen por costumbre” (Heb. 10:25). Por consiguiente, los programas y las actividades regulares de la iglesia durante los sábados deben tener precedencia sobre otros compromisos personales y sociales, aunque estos sean pertinentes al sábado.
Casamientos y fiestas
La invitación para dejar a un lado nuestros “propios caminos” en el sábado (Isa. 58:13) implica que los casamientos y las fiestas, incluyendo sus debidos preparativos, deben ser realizados fuera de este período sagrado. Los casamientos y algunas fiestas más suntuosas no deberían ser planificados para los sábados por la noche, pues sus preparativos involucran expectativas y actividades que no están de acuerdo con el espíritu de comunión con Dios.
Medios de comunicación secular
Los medios de comunicación secular, en todas sus formas, deberían ser dejados a un lado durante las horas del sábado, para que este, rompiendo la rutina de la vida, pueda ser un día de “delicia” y “santo” (Isa. 58:13).
Deportes y recreación
Muchas actividades deportivas y de recreación, aceptables durante la semana, no están de acuerdo con la observancia del sábado, pues desvían la mente de los asuntos espirituales (Isa. 58:13).
Horas de sueño
La Biblia define al sábado como un día de “reposo consagrado” (Éxo. 31:15), y no como un día para recuperar el sueño atrasado de la semana. Ricas bendiciones vendrán por levantarse temprano el sábado, dedicando este día al servicio del Señor. (Ver Consejos sobre la obra de la Escuela Sabática, p. 140).
Viajes
La realización de viajes por asuntos de trabajo o de intereses particulares es inapropiada para el sábado. Pero existen ocasiones excepcionales en que se hace necesario viajar el sábado para atender algún compromiso religioso o situaciones de emergencia. Siempre que sea posible, los debidos preparativos, incluyendo la compra de pasajes y el abastecimiento de combustible, deben ser efectuados con la debida anticipación. (Ver Testimonios para la iglesia, t. 6, pp. 360, 361.)
Medicamentos
La compra de medicamentos durante el sábado es aceptable en situaciones de emergencia (cf. Luc. 14:5), e inapropiada cuando la persona ya los necesitaba, y terminó postergando su compra para este día.
Actividades misioneras
El apóstol Pablo usaba el sábado para persuadir “a judíos y a griegos” acerca del evangelio (Hech. 18:4, 11; cf. 17:2), demostrando la importancia de reservarse un tiempo especial, en este día, para actividades misioneras. Siempre que sea posible, los miembros de la familia deben participar juntos de estas actividades, para disfrutar de la socialización cristiana y desarrollar el gusto por el cumplimiento de la misión evangelizadora.Como adventistas del séptimo día, somos invitados a seguir el ejemplo de Dios al descansar en el séptimo día de la semana de la creación (Gén. 2:2, 3; Éxo. 20:8-11; 31:13-17; Heb. 4:4-11), de manera que el sábado sea para cada uno de nosotros una señal exterior de la gracia de Dios y un canal de sus incontables bendiciones.
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